sábado, 19 de septiembre de 2015

Entre árboles y cuadros

Esta que os escribe es un personaje muy dado a la crispación. Casi todo lo que me rodea suele llegar a un punto, en algún momento concreto, en el cual me enervo de forma considerable por una u otra razón. En el mundo del Arte, en el cual suelo moverme, esto se multiplica a la enésima potencia. Son tantos los frentes que suelen abrirse que casi todos los días tengo motivos para repudiarlo, para pensar que los egos, las envidias y los intereses creados que se tejen alrededor y que nada tienen que ver con el valor real de las cosas, hacen del mismo un mundo gravemente enfermo, con una cura difícil de encontrar en esta sociedad.
No progresa el que mejor esculpe, ni es reconocido en los medios el más original, ni goza de premios el más creativo, ni el crítico hace crítica generalmente fuera del elogio barato o del menosprecio, criticas vacías de contenido en la mitad de las ocasiones, y malintencionadamente guiadas en otras. No voy a profundizar ni mucho menos en las causas que llevan a esta
situación, ni hacer disertaciones obvias para las que no hace falta ser muy avispado.
Yo quería hablar de reconciliación, de mi reconciliación con el Arte, con ese ente tan dado a la volubilidad, y de fácil contaminación.
Hace una semana, sin embargo, he podido volver a apreciar la ilusión con que todavía algunos creadores experimentan la sensibilidad, el amor por una profesión  que, aunque para unos pocos es puramente un negocio del cual vivir, para la gran mayoría es la única forma con la que saben respirar. Acompañando a un artista novel a la iniciativa Barrunto, he podido comprobar como la autenticidad de la gente acaba aflorandoy viceversa. Observar la ilusión en el intercambio, las ansias de compartir técnicas, pinceles, inquietudes y sinsabores, al final pesan más que  la manipulación y cualquier tipo de monopolización.
Me resultó del todo curioso como en la mayoría de los casos, observaba que era prioritario el coloquio con el artista vecino o amigo, que la promoción propia a los viandantes asistentes. El concepto era el de crear un museo al aire libre, pero lo que se consigue es mas bien otra cosa, ni un mercado colectivo, ni una exposición, ni una feriao todo ello junto, un picnic artístico en el que cada cual ofrece lo que tiene a quien por allí pasea.
Sentada en una mesa camilla improvisada al aire libre, sobre el crochet blanco y oliendo a café, entre dibujantes, grabadoras, pintoras, y todo un sinfín de artistas de todos los campos, me sentí de nuevo placidamente aliviada, pensando en la suerte que tenía de poder compartir ese instante con ellos.

martes, 4 de noviembre de 2014

Breve exaltación a la mugre

Dice una canción popular “así limpiaba, así así…”, no puedo dejar de tararearla mientras observo ensimismada la ilustración de MTC, y voy entrando en éxtasis mientras se extrapola en mi mente el auténtico político sevillano a cualquier ciudad del mundo, limpiando de mugre el globo y esparciéndola por doquier. Y como esos chorritos de vapor que vemos en la imagen y que se usan en las calles me inspiran una barbaridad, dejo volar mi creatividad hasta cotas altísimas, y llego a una reflexión profundísima sobre la basura que aquí dejo para la posteridad: 






Breve exaltación a la mugre

¡Viva el despojo bien esparcido
 aquel que inunda ciudades, ministerios y prostíbulos!.
Va conquistando palacios y va alimentando a mendigos,
despojo que llena las tardes, de marisquito y cortijo,
entretanto un humo de puro se lleva la peste a podrido.

¡Vivan las mujeres que cuidan las camisitas de sus maridos
protegiendo que nunca se manchen de crema de bollo suizo!,
ejemplo y trabajadoras incansables, humildes y campechanas
sin privilegios que emanen de alguna histórica cloaca.

¡Vivan las heces bien servidas en traje de chaqueta y corbata!,
maridadas con Don Perignon y riñones que ricamente acompañan,
pura cortesía filantrópica, sin interés, engaño ni timo,
ganga barata para que mañana, a la intemperie duermas tranquilo.

¡Que viva al fin la indolencia, la abulia en el gentío,
no arrasemos la cochambre, la mugre ni el desperdicio
bailemos todos felices en esta orgía de los sentidos
y no ansiemos pulcritud, mientras haya pan y circo!

viernes, 3 de octubre de 2014

Todos los finales

Todos los finales de verano son iguales. Se percibe el principio de la nueva estación otoñal como una oportunidad para comenzar algo nuevo, ya sea una opción laboral, emprender un viaje, o cambiarse el color del pelo. Todo son expectativas de renovación, como si en vez de un mes de vacaciones hubiésemos vuelto de otra vida, o de una larguísima ausencia en otro país. En cierto modo es normal, aprovechamos lo mas mínimo para pensar que poseemos la capacidad de decidir nuestro rumbo, de emprender proyectos que saldrán bien sólo porque cambia la meteorología.
Cada final de Agosto sobrevuelan en el ambiente multitud de planes de los amigos, que uno oye con atención, esperando que cada uno de los pasos planificados estén bien encaminados y que pisada tras pisada la suerte vaya acompañándolos, si es que existe algo parecido. A medida que fluyen las palabras, se van recreando sueños que ya han sido vividos con tan sólo tener la ilusión de imaginarlos, y la esperanza de las personas que importan se convierten en esperanza propia.
Me viene a la memoria un camino que recorrí durante un tiempo cerca de la ribera del Támesis, lugar por el que deambulaba casi todos los días. Cada vez que pisaba la hierba esmeralda del bastante descuidado sendero, sin rumbo alguno, era toda una experiencia. El camino se desdoblaba, y cuando con determinación elegías uno, este se volvía a desdoblar, y así sucesivamente. No se si mi poca orientación tenía algo que ver, seguro que sí, pero para mi era fascinante descubrir si cada día iba a encontrar un nuevo banco grabado, un árbol con hombres de madera trepando entre sus ramas, tumbas abandonadas; o si simplemente me perdería hasta horas poco recomendables de la noche. La aventura tiene tintes provincianos cuando provienes de una ciudad donde se califica de zona verde a una rotonda.
Al final, por alguna extraña razón, todo solía acabar bien, milagrosamente a salvo, acababa encontrando el puente para cruzar y me llenaba de tranquilidad comprobar que no me defendía tan mal ante la adversidad y la inclemencia de tiempo. (Léase todo, por supuesto, exagerado y filtrado por una mente llena de años de ciencia ficción)

Mientras volvía a casa y la cabeza daba vueltas, divagaba sobre qué habría en el sendero no elegido, hasta que caía en la cuenta de que me daba igual, no me preocupaba lo más mínimo. Lo realmente importante era caminar, y haber descubierto que tenía la capacidad para hacerlo sin perderme.

miércoles, 23 de julio de 2014

El veranito...


Es verano, no vuelan los coches, ni podemos ir de excursión a Marte, ni engullimos pastillas que sustituyen una comida, pero estamos en el 2014. Cada vez que escribo el año en el que vivimos visualizo gente con monos plateados, tomando Soma y engendrados en una aséptica probeta. No, nada de eso…parece mentira que no sólo sea frustrante el imaginar lo que la ciencia ficción exageraba, sino que para colmo de males, la realidad es mas bien todo lo contrario.   
El Cádiz del 2014 me sigue provocando el mismo hastío en este periodo del año que hasta el momento mismo que alcanzo a recordar, de eso hace ya un cuarto de siglo. Creo que puede considerarse ese punto en el que comenzó lo que realmente recuerdo como verano; un bucle de situaciones que se repiten cada año, con pocas variaciones si sólo tenemos en cuenta factores externos.
Los que vienen de paso creen que el verano en una ciudad como Cádiz es la panacea de la felicidad estival, Punta Cana, con más fresquito y más barata. Se podría concursar en el premio Guiness atendiendo a las veces que se escucha por la playa eso de  “No hace falta ir al Caribe teniendo esto…”. Yo, la verdad, cuando lo oigo pienso, “no, ni al Ganges, si vas a bañarte en Domingo…” Esa experiencia es realmente sobrecogedora. Una muchedumbre de gente, objetos y víveres van formando desde muy temprano una argamasa difícil de eliminar al día siguiente. A pesar de poseer un ancho relativamente considerable de playa, si la comparamos por ejemplo con la costa levantina, aunque cierto es que cada vez hay menos arena para tanto colesterol, y mas aun si tenemos en consideración que no se repone la misma en su totalidad desde el año 91. Ahh, ¡que tiempos aquellos cuando había que hacer una excursión para ir a la orilla!...
Ahora los que buscan relajarse el domingo, más vale que opten por un Spa, o por lo que hace la mayoría que posee medios motorizados: alejarse lo más posible rumbo a otras playas de la costa gaditana donde aún puede disfrutarse del silencio de una siesta, sin tener que enterarse de las tragicomedias de algún vecino, o zambullirse sin tener que esquivar objetos de higiene íntima femenina, o saltar una sospechosa espumita blanquecino-amarillenta, a modo de muro que se forma en la orilla, o compartir olas en ocasiones especiales con algún animalillo con bigotes flotando en paz.
Todo es relajación y salud, sin duda, de ahí que los programas fresquitos de nuestra magnífica oferta televisiva andaluza, recomienden continuamente nuestra playita, que a la vez, por su imposible aparcamiento, contribuye al ejercicio diario de todo aquel que se atreva a cargar con el vehículo.
Pero realmente diversión llega cuando cae la noche frente al mar…bueno, lo que podemos entender como noche. Noche hay en invierno, es cierto, en verano desde hace algo más de una década, digamos que tenemos un sucedáneo. Gracias a una ingeniosa iniciativa de las mentes mas privilegiadas, ahora el lugar por donde la marabunta ruge, es decir, el paseo marítimo, es un marco casi tan incomparable como Laponia y su sol de medianoche. Aunque no se vean las estrellas, se puede observar al milímetro cada grano de arena, y cuando te sientas en ella, todo es tranquilidad y sosiego al sentirse observado y seguro.
 Y es que tomar el aire nocturno no tiene parangón y es el deporte preferido de la mayoría de nosotros los lugareños. Y no vayan a pensar que es por la economía perdida, ¿quien no conoce eso de que aquí en Cádiz hay mucho desempleo, pero que los bares están siempre llenos…?. Es la idiosincrasia del gaditano. Somos personas que disfrutan y gastan lo poco que poseen, contribuyendo al mantenimiento del negocio local, aunque hay que ser prudente y no tomarle demasiado afecto a ninguno, ya que muchos suelen cerrar sus puertas prematuramente.
Pero yo quería hablar del verano que vivo y recuerdo, y no ponerme demagógica ni nada por el estilo.
Ya he hablado de la playa, del paseo marítimo, de los bares,… ¿Qué me queda?... Iré pensándolo por si hay una nueva entrada.